7 Síntomas de un Corazón Orgulloso

7 Síntomas de un Corazón Orgulloso

Después del orgullo viene la caída; tras la arrogancia, el fracaso (Proverbios 16:18).

La actitud de orgullo es un pecado tan engañoso. El orgullo es el pecado que más probablemente te impedirá clamar por un Salvador. Es un problema universal; algo con lo que todos lidiamos.

El orgullo es tan antiguo como Adán y tan relevante como las noticias de la mañana. Sin embargo, no siempre vemos nuestro propio orgullo, lo que complica nuestra vida. Sí, a menudo lo vemos de manera obvia, pero podemos estar ciegos a su manera engañosa y subversiva en nuestro propio corazón.

El pecado del orgullo está lastimando a muchos dentro de la Iglesia

Conocemos los problemas del orgullo, pero no reconocemos los síntomas. Y es por eso que necesitamos la comprensión de las Escrituras para revelar los síntomas del orgullo y rescatarnos de él.

El que teme al Señor aborrece el mal; yo aborrezco el orgullo y la arrogancia, la mala conducta y el hablar perverso.
─ Proverbios 8:13

El orgullo finalmente destruye todo lo que controla. Es el camino a la ruina. Proverbios 15:25 dice: “El Señor destruye la casa del orgulloso...” Cuando se trata de examinar nuestro corazón, aquellos de nosotros que tenemos el pecado del orgullo nos cuesta identificarlo.

Aquí hay siete síntomas de orgullo que he visto en la Palabra de Dios mientras Su Espíritu obra en mi propia vida:

1. Temor
El orgullo está en la raíz del temor y la ansiedad, cuando nos negamos a descansar humildemente en el cuidado soberano de Dios. El temor revela simultáneamente nuestra falta de confianza y nuestra autosuficiencia venenosa. Tememos porque no tenemos fe en el Señor y no tenemos control.

Cuando Pedro salió al mar tempestuoso para venir a Jesús, lo hizo con una fe humilde. Pero cuando su mirada se centró en sus circunstancias y su autoconservación, confió en sí mismo, se asustó y comenzó a hundirse. Fue Jesús quien lo salvó, mientras le amonestaba: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” (Mateo 14:31).

2. Derecho
El autosacrificio proviene de un corazón humilde. El derecho tiene sus raíces en un corazón orgulloso. La esencia del evangelio es que no tenemos derecho a nada, excepto al castigo por nuestros pecados (Romanos 3:23; 6:23).

Sin embargo, nos engañamos a nosotros mismos pensando que somos mejores de lo que somos. Creemos que merecemos la misericordia de Dios. Creemos que merecemos los elogios de la gente. Creemos que merecemos amor, éxito, comodidad. Ciertamente no creemos que merezcamos sufrimiento, angustia o disciplina.

Pero cuando experimentamos las cosas malas, nos amargamos, nos frustramos y nos molestamos porque creemos que tenemos derecho a lo mejor. Olvidamos que sin Jesucristo somos pecadores que merecemos condenación.

Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
─ Romanos 6:23

Los discípulos lucharon con el derecho muchas veces. En una ocasión, estaban discutiendo sobre quién era el más grande entre ellos. Pensaban egoístamente que merecían honor y gloria.

Pero la respuesta de Jesús a ellos fue una reprimenda: “El mayor entre ustedes hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve” (Lucas 22:26).

3. Ingratitud
Nuestros corazones orgullosos dicen que somos buenos, que debemos conseguir lo que queremos, y si no lo conseguimos, nuestra ingratitud está justificada. Si nos sentimos incómodos o molestos de alguna manera, podemos quejarnos. Creemos que es nuestro derecho.

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Cuando tenemos la actitud de humildad bíblica, reconocemos que Dios es bueno y que nos da lo que sabe que necesitamos. No tenemos ninguna razón para ser ingratos. Debido a que el Señor está con nosotros, nada nos faltará (Deuteronomio 2:7).

Teman al Señor, ustedes Sus santos, pues nada les falta a aquellos que le temen.
─ Salmos 34:9

Los israelitas murmuraron en el desierto, aunque Dios los alimentó, vistió y los guió por el desierto (Éxodo 16:2; Deuteronomio 8:2). Sus corazones obstinados rechazaron las misericordias diarias de Dios debido a su autoidolatría.

La Palabra de Dios reprende nuestras orgullosas quejas con este mandamiento: “Hagan todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones, para que sean irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo” (Filipenses 2:14-15).

4. Agradar a las personas en lugar de a Dios
El orgullo implica la autoadoración y la autoconservación y también agradar a las personas en lugar del Señor. Algunas personas piensan que complacer a las personas es una característica positiva porque están muy interesadas en servir a los demás.

Agradar a la gente se trata de temer al hombre más que a Dios, buscando la felicidad fugaz que proviene de la aprobación del hombre.

El apóstol Pablo sabía que la aprobación humana era una búsqueda sin sentido y orgullosa. Por eso, pudo decir: “Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10).

5. Ausencia de oración
El orgullo nos engaña haciéndonos pensar que podemos vivir por nuestra cuenta sin la ayuda de Dios. El orgullo dice que somos capaces, independientes, imparables y autosuficientes. Creemos que no necesitamos la gracia, la misericordia, la esperanza de Dios y que no necesitamos orar.

Necesitamos la ayuda de Dios para lidiar con nuestro orgullo

Cuando Dios llamó a Jonás para que fuera a Nínive, la respuesta de Jonás fue no orar a Dios. En cambio, huyó con un corazón furioso y arrogantemente silencioso (Jonás 1:3). Cuando Dios lo humilló con un gran pez, Jonás finalmente clamó en oración (Jonás 2:1).

6. Hipocresía
Cuando estás orgulloso, elevas tu estatus y olvidas la misericordia que Dios te ha mostrado. Crees que eres mejor y más santo que los demás, y fácilmente encuentras fallas en los demás.

El orgullo produce un espíritu hipócrita. El orgullo de los fariseos los cegó a su propio pecado y a la misericordia de Dios, lo que los hizo fríos y crueles hacia los demás. Jesús les advirtió con estas palabras:

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas que son semejantes a sepulcros blanqueados! Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.
─ Mateo 23:27

7. Rebelión
Cuando vamos en contra de Dios, se manifiesta en resistencia hacia Su Palabra y los líderes espirituales que Él ha puesto en nuestras vidas. Es el resultado de un corazón orgulloso.

También se manifiesta en la falta de sumisión a la voluntad de Dios. Las dos primeras personas que Dios creó, Adán y Eva, se rebelaron contra Él (Génesis 3). Básicamente dijeron: “Dios, nosotros sabemos más que Tú.”

Aunque tenían todo lo que necesitaban, por orgullo se rebelaron contra el buen decreto de Dios, pensando que sabían mejor que Él. Esta rebelión trajo dolor, sufrimiento y muerte; para ellos y para nosotros.

La esperanza que tenemos en Jesucristo

Sin embargo, hay esperanza para el corazón orgulloso en la encarnación de la humildad, Jesucristo. Jesús eligió vivir entre nosotros, morir por nosotros y resucitarnos a una nueva vida. Nunca tuvo ni una pizca de orgullo pecaminoso. En Cristo no hubo temor, ingratitud, falta de oración, hipocresía o rebelión.

Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres.
─ Filipenses 2:5-7

Jesús es Dios y, sin embargo, se despojó de todo lo que merecía para poder salvarnos de nuestro orgullo. El Señor sufrió por nuestra redención. Debido a la humildad de Jesús, podemos ser perdonados de nuestro orgullo.

Ese es el mensaje del evangelio. Merecemos solamente la ira de Dios por nuestro pecado. Pero Jesucristo trató con nuestro pecado y orgullo en la cruz.

Ser humillado por el Señor no es algo sin dolor, pero nos conduce a nuestro rescate eterno. Nuestro Señor Jesús es nuestro rescate del pecado y del orgullo.



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2 Corintios 5:7 ─ Porque por fe andamos, no por vista.

El tema de este artículo es sobre el pecado del orgullo y cómo debemos lidiar con el como cristianos.


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