Experimentando el Amor de Dios en Nuestra Tristeza
Con cada herida y decepción, el dolor nos conduce con gracia a acercarnos a nuestro maravilloso Dios.
Cuando somos obligados a dejar algo que en verdad anhelamos, sea que nos haya sido quitado o algo que parezca que nunca será concedido, sentirse mal es nuestra respuesta natural. El peso de la decepción es demoledor.
Puede ser abrumador y se necesita tiempo para procesarlo. No está mal experimentar decepción cuando la vida no sucede como esperamos.
Si no nos damos el permiso para sentir dolor, creemos sin darnos cuenta que Dios está más preocupado por hacernos sentir mejor en lo inmediato, en vez de obrar por medio del dolor para producir una transformación real en nuestro corazón.
Perdemos de vista la invitación que Él nos ha hecho de colocar nuestras luchas a Sus pies.
Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas.
─ Mateo 11:28-29
Dios no tiene temor del dolor que sentimos. Su soberanía no depende de nuestras emociones. Él no tratará de anular nuestro dolor con soluciones rápidas y temporales.
Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón
Somos libres para expresar nuestro vacío y tristeza en el momento. Él nos permite sentir ese vacío para poder satisfacernos consigo mismo. El Señor quiere acercarse a cada uno de nosotros.
Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón, y salva a los abatidos de espíritu.
─ Salmos 34:18
A menudo, la decepción revela lo que captura nuestros afectos. Aun cuando la decepción no sea siempre lo incorrecto, sí nos da una medida que nos muestra dónde hemos depositado nuestra esperanza.
Lamentarnos en medio de nuestro descontento nos obliga a llevar esos deseos de vuelta a Dios, incluso si solo nos preguntamos por qué Él no nos ha dado esas cosas; arroja algo de luz sobre los ídolos que hemos creado en nuestras vidas. Por medio del dolor, sacamos a relucir nuestras mayores frustraciones y liberamos nuestras emociones más crudas.
Dios siempre tiene en mente nuestro bien
El propósito de lamentarnos no es meramente ventilar nuestra tristeza (lo cual nos lleva a la desesperanza), sino traer nuestra atención a las promesas de Dios y a la esperanza que tenemos en Cristo.
Dios promete que nos escuchará cuando lo invoquemos (Mateo 7:7). Él promete estar cerca de nosotros. Él promete que será fiel (Deuteronomio 31:6). Él promete que nuestro dolor se acabará.
El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado.
─ Apocalipsis 21:4
Al final, Dios siempre tiene en mente nuestro bien. Cuando Dios nos quita algo, crea un espacio en nuestras vidas para llenarlo más de Él y Sus bendiciones. Ese es el mayor de los regalos.
Quizás no parezca así en esos momentos donde nos vemos forzados a conciliar la decepción, pero Él anhela ayudarnos a entender que eso es verdad. Él desea que lo experimentemos por nosotros mismos, probar, ver y conocer que Él es bueno.
Prueben y vean que el Señor es bueno. ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en Él se refugia!
─ Salmos 34:8
Nunca subestimes el poder de Satanás, y nunca subestimes su habilidad para engañarnos y hacernos pensar que no hay que temerle. De hecho, ¡incluso engaña a algunas personas a pensar que no existe!
2 Corintios 5:7 ─ Porque por fe andamos, no por vista.
El tema de este artículo se trata de experimentar el amor de Dios incluso en medio de nuestra tristeza.
Todos los derechos reservados.
Gracias Dios por tu palabra porque enmedio de la desepcion tú estás ahí porque me fortalece y me das fuerzas para seguir en ti puedo descansar.
ResponderEliminar