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Él es Conocido por las Cicatrices
Todos los sufrimientos de Cristo que Él soportó por nosotros, son parte de la expiación por nuestros pecados. Las palizas que los soldados romanos infligieron a Jesús le dejaron cicatrices que permanecerán por la eternidad como recordatorio de Su amor por nosotros.
Uno de los misterios de la resurrecciíon es que nadie reconoció a Jesús luego de Su resurrección de los muertos. María pensó que era el jardinero (Juan 20:15). Los discípulos en el camino a Emaús caminaron y hablaron con Jesús por horas, pero no lo conocieron (Lucas 24:13). Juan 21:12 dice que cuando los discípulos se reunieron alrededor de Jesús en la segunda pesca milagrosa, "Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Quieen ers tú?, sabiendo que era el Señor."
Sabían que era Jesús, y sin embargo algo era diferente en cuanto a Su apariencia. Pero una cosa es clara. Cuando Jesús quería que lo reconocieran, ¿qué hacía? Cuando primero se les apareció a los discípulos, les mostró Sus cicatrices (Juan 20:20). A Jesús se le reconoce por Su condición de herido. Siempre ha sido y siempre será así.
Zacarías registra lo que algunas personas llaman una aparición "preencarnada" de Jesús: "Y alguien le dirá: '¿Qué son esas heridas en tu cuerpo?' Y Él responderá: 'Son aquéllas con que fui herido en casa de mis amigos'" (Zacarías 13:6).
Juan hace referencia al Cordero que fue sacrificado desde la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8). Cuando está de pie en medio de la multitud y uno de los ancianos grita, "Mira, el León..." Juan, esperando ver un león, levanta la vista, sólo para encontrar un cordero. ¿Y cómo sabe quién es el cordero? Por Sus heridas (Apocalipsis 5:1-6).
Entonces, no es de sorprenderse que Dios permitiera que las cicatrices permanecieran en el cuerpo resucitado de Jesús, el cual era perfecto excepto por dichas marcas. Lo reconocerían por ellas. Estas cicatrices, y no Sus ojos, ni alguna peca sobre Su mejilla, se habían convertido en Su marca de identificación.
A Jesús se le reconocía por las cicatrices que habían quedado de las heridas que había sufrido en la cruz, y aquellas brutales cicatrices eran parte de Su Gloria. También te quedarán cicatrices al tomar tu cruz y seguir a Jesús. Tal vez se suponga que a los seguidores de Jesús también se les reconozca por sus cicatrices.
Obtener el fruto del Espíritu es un proceso continuo: Algo en mí debe morir, para dar lugar a la naturaleza divina. En la medida en la que voy “muriendo” realizaré mejores acciones y llegaré de este modo a ser más justo y santo, para la gloria de Dios (2 Pedro 1:3-9).
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