La Brevedad de la Vida Nos Hace Pensar en la Eternidad
La vida es frágil y fugaz. Somos personas mortales que vivimos en cuerpos débiles, pero como cristianos tenemos una esperanza viva para una eternidad gloriosa.
¿Donde se fue el tiempo? ¿Por qué todos hacemos alguna forma de esa pregunta? Y lo preguntamos una y otra vez a medida que pasan los años. No es que no lo sepamos. Los días se acumularon con el tiempo.
Pero, por supuesto, no es la suma de los años lo que nos desconcierta. Estamos desconcertados por algo mucho más profundo; que esta vida que se nos ha dado, esta existencia significativa con todas sus experiencias dulces y amargas, pasa tan rápido y luego se acaba.
Dios valora a todo ser humano
Todos discernimos instintivamente que nuestras vidas tienen un significado profundo. Incluso cuando sentimos que no es así, aún podemos discernir profundamente en nuestro corazón que hay un significado real y vital para cada vida humana.
Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú has establecido, digo: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, y el hijo del hombre para que lo cuides?
─ Salmos 8:3,4
Sin negar nuestras grandes y penosas capacidades para el mal, cada uno de nosotros es simplemente una maravilla en nuestros diversos rangos de intelecto, capacidades para el lenguaje y la comunicación, aptitudes para la innovación, habilidades para imponer orden en el caos y contribuciones a los logros humanos colectivos.
¡Sin embargo, lo has hecho un poco menor que los ángeles, y lo coronas de gloria y majestad! Tú le haces señorear sobre las obras de Tus manos; todo lo has puesto bajo sus pies.
─ Salmos 8:5,6
Dios ha dotado a los seres humanos con la gloria y el honor de haber sido creados a Su imagen (Génesis 1:26,27). Este es el significado profundo que todos sentimos, incluso aquellos que lo niegan. Nuestras vidas tienen un significado tremendo.
Sin embargo, cada una de nuestras vidas profundamente significativas, no importa cuán corta o larga dure, es muy breve. Rápidamente descubrimos que han pasado de repente 10, 24, 36 años. Repetidamente nos damos cuenta de que “los años pronto pasan, lo mismo que nosotros” (Salmos 90:10).
Tú has hecho mis días muy breves, y mi existencia es como nada delante de Ti; ciertamente todo hombre, aun en la plenitud de su vigor, es solo un soplo.
─ Salmos 39:5
El apóstol Santiago dijo lo siguiente: “¡Si ni siquiera saben cómo será el día de mañana! ¿Y qué es la vida de ustedes? Es como la neblina, que en un momento aparece, y luego se evapora.” (Santiago 4:14).
Es esta experiencia existencial de ser maravillas y brumas lo que nos desconcierta. Nos parece un fenómeno extraño ver cómo nuestras vidas avanzan sin descanso, dejando experiencias que son enormemente importantes para nosotros en un pasado cada vez más lejano, mientras nuestro fin terrenal, el fin de la única realidad que hemos conocido, se acerca con una velocidad desconcertante.
Tenemos la eternidad en nuestros corazones
Somos conscientes de nuestra propia mortalidad y nos anticipamos a ella. El escritor de Eclesiastés dijo: “También ha puesto la eternidad en sus corazones, sin embargo el hombre no descubre la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin” (Eclesiastés 3:11).
Dios nos ha dado una capacidad limitada para concebir la eternidad, sin embargo, a pesar de conferirnos muchas capacidades maravillosas, no nos ha concedido mirar hacia la eternidad pasada o la eternidad futura, no importa cuánto lo intentemos.
Somos maravillas de la creación de Dios, anhelamos la eternidad, pero nuestra esperanza de vida aquí en la Tierra es como una niebla. No es de extrañar que encontremos desconcertante el tema del tiempo.
Nuestra extraña experiencia del paso del tiempo es un recordatorio de que somos seres dependientes. Aunque creados a semejanza de Dios y dotados de capacidades maravillosas, no somos autoexistentes ni autodeterminantes como Dios.
Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, así como algunos de los poetas de ustedes han dicho: “Porque también nosotros somos linaje Suyo.”
─ Hechos 17:28
Recibimos de Dios nuestro “tiempo de vida determinado” y “los límites de nuestra morada” (Hechos 17:26). Y la brevedad de esos períodos de vida asignados están destinados a hacernos clamar: “Señor, hazme saber mi fin, y cuál es la medida de mis días, para que yo sepa cuán frágil soy” (Salmos 39:4).
Por la fe tenemos vida eterna en el Señor Jesús
Sentimos en nuestro corazón un anhelo por la eternidad sabiendo que la brevedad de nuestra vida no está bajo nuestro control. Para los que tienen ojos para ver, Dios nos ha vuelto a abrir el camino al árbol de la vida, es decir, a la vida eterna, y ese camino es a través de Su Hijo, Jesús (Juan 3:16; 14:6; Apocalipsis 2:7).
Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
─ Romanos 6:23
Esos momentos en los que preguntamos, “¿Donde se fue el tiempo?” son recordatorios de que “toda carne es como la hierba, y todo su esplendor es como la flor del campo. Se seca la hierba, se marchita la flor cuando el aliento del Señor sopla sobre ella” (Isaías 40:6,7).
Todo esto apunta a la realidad de que aunque nuestros días son “como la hierba,” sin embargo, “la misericordia del Señor es desde la eternidad hasta la eternidad, para los que le temen” (Salmos 103:15–17).
Esos momentos nos llegan para “enseñarnos a contar bien nuestros días para que nuestro corazón se llene de sabiduría” (Salmos 90:12).
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